Tras el terremoto del 6 de febrero, ahora viven un atentado mortal.
Al dolor y la tragedia que atraviesa Siria desde el pasado 6 de febrero, cuando un terremoto de magnitud 7,8 sacudió su territorio fronterizo con Turquía, cobrando la vida de unas 5 mil personas, se sumó un atentado atribuido al Estado Islámico que ha causado al menos 68 muertos.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), destacó que, «en total, 61 civiles y siete militares murieron tras ese ataque», realizado en el este de la provincia de Homs, una región desértica del centro del país”.
Rami Abdel Rahman, quien dirige el organismo con sede en el Reino Unido, dijo que, “las víctimas estaban recogiendo trufas, que se cosechan entre febrero y abril, cuando fueron atacados por hombres armados”.
Los órganos de propaganda del grupo yihadista no han reivindicado el ataque, pero la televisión estatal siria había informado sobre «53 civiles asesinados por ese grupo al sureste de la ciudad de Sojné».
Se trataría del ataque más mortífero llevado a cabo por la organización yihadista desde hace más de un año, desde el ataque a una cárcel controlada por las fuerzas kurdas en el noroeste de Siria.