Después de dos años de pandemia, ahora sí, regresó el carnaval.
En medio del imborrable recuerdo de “la novia de Barranquilla”, Estercita Forero, que por siempre será la inspiración, se desarrolló la gran noche de Guacherna, en homenaje al maestro Pedro “Ramayá” Beltrán, que dio apertura, ahora sí, a la fiesta más tradicional de Colombia, el carnaval de Barranquilla.
La ciudad volvió, después de dos años de una angustiosa, dolorosa y desesperante pandemia; a abrazarse sin barreras, bailar arrebatao y sentir los “faroles de luceros girando entre la noche”. Definitivamente Barranquilla fue “un derroche de sones cumbiamberos”.
No solo la presencia del maestro Pedro “Ramayá” Beltrán, quien era el gran homenajeado, sino su música copiosa a lo largo del recorrido, le dio el toque autóctono y su majestad la cumbia también volvió a brillar.
Los siete bloques que dispuso la organización, con más de 300 grupos folclóricos y gran cantidad de disfraces colectivos e individuales impregnaron la alegría, sumaron un hermoso colorido, pero, especialmente, le hicieron un homenaje a la tradición a lo largo de la carrera 44.
Nuestra hermosa reina, Natalia De Castro, contagió a todos y los asistentes estallaron de júbilo cuando ella apareció bailando y entregándose al pueblo barranquillero que la esperaba desde temprano. Definitivamente la soberana será recordada no sólo por ser la reina con la que el carnaval regresó a las calles, después de una inusual pandemia en Barranquilla, sino, por sus calidades excelsas para marcar cada compás de la música, por su alegría desbordante, se espontaneidad, desparpajo y su entrega al público en cada evento.
Fue la noche soñada, Barranquilla volvió a las calles copiosamente, sintió el repicar de tambores y el sonido contagioso de la caña de millo para gritarle al país y al mundo que seguimos siendo la capital de la alegría.